miércoles, 14 de marzo de 2012

El 14 de marzo en nuestra memoria: Masacres en Cuarto Pueblo


Caso ilustrativo No. 4
Masacres en Cuarto Pueblo
“Ya no estamos como familia por culpa de la masacre, estamos desparramados. No nos olvidaremos hasta morirnos, mientras que estamos vivos no se nos olvida. Siempre recordamos las cosas sufridas. Cuando estamos muertos ya no podemos pensar nada. Ahí se nos olvida”.

I. ANTECEDENTES
Nacimiento y organización de la Cooperativa Ixcán Grande

El Ixcán, por ser una zona selvática y de difícil acceso, estuvo prácticamente deshabitado hasta mediados de los años sesenta. En ese tiempo comenzó un proceso colonizador que consistió en cuatro proyectos: dos impulsados por la Iglesia Católica y dos por el Gobierno.
El primer proyecto colonizador estuvo dirigido por la orden Maryknoll, con el apoyo de la diócesis de Huehuetenango. El padre Eduardo Doheny llegó a Ixcán el 14 de abril de 1966, procedente de Barillas, en compañía de los 14 primeros colonos, personas que provenían del municipio de Todos Santos. El padre Doheny era una persona estricta, que sólo permitía participar en el proyecto a aquéllos que fueran católicos y estuvieran casados.
En septiembre de 1969 el padre Doheny es sustituido por el padre Guillermo Woods, quien cambiará la filosofía del proyecto de colonización por un programa de rápida expansión. Las exigencias se flexibilizan y se permite incorporarse a los trabajos a “solteros y evangélicos”. Se mantuvo como requisito, de todas formas, tener un buen comportamiento. La personalidad y obra del padre Woods dejaron una huella perenne en la memoria de quienes lo conocieron.
El proyecto tuvo un desarrollo acelerado y los núcleos poblacionales (llamados centros), habitados por un número variable de familias, se multiplicaron con rapidez. El primer centro que se pobló recibió en 1970 el nombre de Mayalán, Xalbal se creó pocos meses después; Pueblo Nuevo —La Resurrección en 1973; Cuarto Pueblo— La Unión se inauguró en 1976, siendo por último creado Los Angeles  El Injerto.
A principios de 1970 se autoriza oficialmente el funcionamiento de la Cooperativa Ixcán Grande de Servicios Varios R.L. luego de la publicación de sus estatutos en el Diario Oficial. La cooperativa contaba en esa época con 1,800 socios provenientes de distintos municipios y departamentos, en su mayoría indígenas. En 1974 la cooperativa logró escriturar las tierras que ocupaba en su nombre.
Los padres Maryknoll dotaron a cada centro de una pista de aterrizaje, una clínica y una pequeña capilla. El padre Woods consiguió algunas avionetas con las cuales transportaba los productos y a los enfermos, y traía mercadería para las tiendas. Los sacerdotes realizaban, por lo tanto, una doble tarea: el trabajo pastoral y el impulso del proyecto.
Durante estos primeros años hubo algunos conflictos de tierras con los dueños de las parcelas colindantes a la cooperativa, así como tensiones por motivos religiosos. A las tradicionales diferencias entre católicos y evangélicos se agregarían luego las disputas originadas por la aparición, entre 1980 y 1981, de la renovación carismática, traída al Ixcán por el padre Stanislao, procedente de Barillas, debido a que muchos catequistas católicos no quisieron aceptar el nuevo movimiento.
En 1980 se producen las primeras incursiones de la guerrilla en el área de Cuarto Pueblo. En la primera oportunidad en que se presentaron en el pueblo, los guerrilleros dejaron volantes y pintaron consignas en las paredes: “Viva el EGP”, “Somos guerrilleros, somos sus amigos”. En una ocasión, todavía en 1980, el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) entró en Cuarto Pueblo, tomó el mercado y dio una charla política a la junta directiva.
En 1981 la guerrilla ajustició a dos comisionados militares de Cuarto Pueblo y en 1982 a un pastor evangélico.
La presencia del Ejército
El Ixcán comenzó un gradual proceso de militarización desde 1975, año en el cual se producen las primeras acciones del EGP en la zona. Este proceso desencadenó que el Ejército comenzara la persecución de la Iglesia Católica pues la identificaba con la guerrilla. También en 1975 se producen las desapariciones de varios catequistas.
En 1976 la Dirección General de Aeronáutica Civil retiró la licencia para volar al padre Guillermo Woods, bajo el pretexto que había violado el espacio aéreo mexicano. Poco tiempo después le fue devuelta, pero el 20 de noviembre de 1976 este religioso fallecía cerca de San Juan Cotzal, Quiché, al estrellarse la avioneta que pilotaba.
Ese mismo año el Ejército comenzó a jugar un papel más activo en las cooperativas. Ofrecía vuelos en helicópteros y aviones Arava para trasladar la carga y los enfermos en un intento por ganar el espacio dejado por la desaparición del padre Woods. Amplió la pista de aterrizaje de San Luis para usar este lugar como el centro de operaciones en el área y reparó las pistas de Xalbal y Cuarto Pueblo. La comunidad de Cuarto Pueblo aceptó sin mayores problemas el apoyo del coronel Fernando Castillo, coordinador del Instituto Nacional de Cooperativas (INACOP), porque se veía como algo beneficioso para el pueblo.
El Ejército llegó a tener presencia en las cinco cooperativas. El primer destacamento militar fue ubicado en Xalbal, y se instalaron después los de Mayalán, Pueblo Nuevo y Los Angeles. El pretexto para la ubicación de un destacamento en Cuarto Pueblo fue brindar seguridad a los aviones y helicópteros, y se construyó en una loma al norte del centro, entre finales de 1980 y principios de 1981.
Pese a este intento del Ejército de tener injerencia en las cooperativas, en 1982 la represión contra las comunidades del Ixcán adquiere carácter masivo y forma parte de una política contrainsurgente que utiliza el exterminio y la destrucción de poblaciones enteras como arma para derrotar a la guerrilla. Es dentro de esta estrategia, que se ha dado en llamar “política de tierra arrasada”, que se produce la masacre de Cuarto Pueblo, con seguridad la de mayor impacto en el Ixcán.

II. LOS HECHOS
La masacre del 30 de abril de 1981 en el centro urbano de Cuarto Pueblo
El 30 de abril de 1981, a las cinco de la mañana, la Columna 19 de Enero del EGP atacó el destacamento militar de Cuarto Pueblo. El combate duró unas dos horas y cuando todo hacía indicar que la posición caería en poder de la insurgencia, un avión militar comenzó a bombardear el lugar y llegaron refuerzos. Murieron muchos soldados y el destacamento fue destruido casi por completo. Entre los atacantes cayeron dos guerrilleros, en tanto que ningún civil perdió la vida.
A las diez de la mañana el comisionado militar Santos Velásquez visitó las casas y avisó a la gente que no fueran al centro de la comunidad porque un teniente del Ejército había dicho que iba a matar a cualquier persona que entrara.
Poco después de este aviso y como reacción al ataque, los soldados quemaron dos tiendas particulares, mataron a balazos a Marcos López Balán, detrás de su tienda en el centro urbano y llevaron su cadáver al destacamento. Elementos de la tropa detuvieron a continuación a los miembros de la junta directiva de la cooperativa, a los integrantes de su junta de vigilancia, a un promotor de salud, a un maestro de la escuela primaria y al trabajador de la secadora, y los condujeron al destacamento. El propio oficial visitó la casa de una víctima para decirle a su familia: “Que hay muchos que son cristianos pero que son puros guerrilleros”.
El 3 de mayo el teniente volvió a pasar por otras casas, y obligó a unos 30 hombres a recoger algunos cadáveres en el destacamento; entre éstos se encontraban algunos de los que, dos días antes, habían sido detenidos. Allí encontraron a dos de los muertos vestidos con uniformes verde olivo. Los soldados aseguraban que se trataba del comandante y del teniente de la guerrilla, lo que confirmaba, según decían, que la cooperativa apoyaba la insurgencia. Sin embargo, se trataba de los cuerpos de Catarino López Coj y Marcos Balán, pobladores de Cuarto Pueblo, el segundo de ellos asesinado por los propios soldados en su tienda el 1 de mayo. Los 30 hombres tuvieron miedo de tocar los cadáveres y los dejaron en el destacamento, llevándose sólo los cuerpos del trabajador de la secadora y del maestro, a quienes enterraron en el cementerio de Cuarto Pueblo. Una señora que fue a reclamar a su esposo en el destacamento vio otro cadáver. Los cuerpos de los demás prisioneros nunca fueron encontrados.

Control de la zona y salida del Ejército
Desde el ataque guerrillero el Ejército aumentó el control sobre la población e intentó que los socios residieran en el centro de la comunidad y no en sus parcelas: la medida fue rechazada. En ese lugar, en definitiva, sólo se encontraban establecidas las personas que tenían una tienda o realizaban tareas de vigilancia.
Al mismo tiempo, el Ejército proveía de productos alimenticios a la comunidad y “eso fue uno de los motivos por el cual la gente no desconfió y no tenía motivo para irse del lugar”.
En noviembre de 1981 los soldados convocaron una reunión con la comunidad, “en la cual dijeron que iban a ir a Quiché y que regresarían dentro de un mes, pues estaba en problemas ese departamento”. Desmantelaron el destacamento y se retiraron de Cuarto Pueblo, para regresar cuatro meses después.
Tras la salida del Ejército de la región, los guerrilleros sembraron postes y plátanos en la pista de aterrizaje para que no aterrizasen los aviones militares, prepararon algunas trampas de un metro de profundidad en las que dispusieron estacas afiladas. Sin embargo, según un miembro del EGP, los combatientes no tenían las armas suficientes para contrarrestar un posible enfrentamiento con el Ejército. Sólo poseían “unos tristes rifles, a veces escopetas”  y por eso la insurgencia orientó a la población para que guardara la comida en el monte, ante la eventualidad de tener que refugiarse allí.

La masacre del 14 de marzo de 1982 en el centro Nueva Concepción de Cuarto Pueblo
El 13 de marzo el Ejército regresó. Desde el polígono 14 y por la montaña, un grupo de soldados cruzó el río Xaelbal a las cinco de la tarde y entró por la frontera de México en la región de Ixcán Grande, para acampar a la orilla del río.
A las seis de la mañana del día siguiente empezaron a movilizarse: llegaron una hora después al Centro Nueva Concepción, situado al noreste del centro urbano de Cuarto Pueblo. En el hogar de Francisco “Chico” Ramírez Vargas, un animador de la fe de la Iglesia Católica, los soldados arrojaron vivos a todos los componentes de la familia al fuego de la casa, a la que antes habían incendiado. Sólo uno de los hijos de Ramírez, de nueve años, logró escapar. Los demás miembros de la familia murieron entre las llamas.
Varias familias fueron “a buscar aviso a la casa de Martín Ramírez y Ramírez, un líder del centro. Sin embargo, los soldados se encontraron con ellas y fueron juntando a la gente para matarla y quemarla. “Pude observar, como a una distancia de 50 metros, cómo mataron a don Hermelindo atravesándole un machete a un costado del cuello saliéndole por el estómago, sentado en una fogata y ahí quedó muerto”. Los sobrevivientes huyeron a la montaña.
Los testigos de la incursión de los soldados informaron a las demás personas que el Ejército estaba en la frontera. “Hay gente que decía que vienen los soldados por la frontera, pero no nos asustemos. No hacen nada con nosotros”.
Los soldados permanecieron en el Centro Nueva Concepción durante casi dos horas. Quemaron siete casas, con sus milpas, y mataron a cinco familias enteras, a machetazos y prendiéndoles fuego, sin realizar ningún disparo. “Si hay una balacera en Nueva Concepción se escucha en Cuarto Pueblo, pero no hubo”.
De Nueva Concepción los soldados caminaron al centro de Cuarto Pueblo y algunos niños fueron a dar la noticia a los habitantes del Centro San Luis, que quedaba al lado de Nueva Concepción, mientras que un testigo fue a advertir a los demás pobladores de Cuarto Pueblo; pero en general no se prestó mucha atención al aviso. El comisionado militar, Santos Velásquez, estaba en el mercado y dijo: “Si vienen los soldados, voy hablar con ellos, no hay pena”.

La masacre en el centro urbano de Cuarto Pueblo
Domingo 14 de marzo de 1982
Muchos habitantes de Cuarto Pueblo, de Pueblo Nuevo y de los Angeles se habían reunido en el centro de Cuarto Pueblo porque era un día de mercado, mientras que otros llegaron para asistir a los oficios religiosos.
A las nueve de la mañana un helicóptero civil de color blanco y azul, procedente quizá de Playa Grande, efectuó dos vueltas sobre la comunidad y se retiró. Una hora después, los efectivos del Ejército rodearon Cuarto Pueblo por las lomas que hay alrededor del centro, desde donde comenzaron a disparar. Había dos grupos de militares: uno que llegó por el camino del cementerio y de la escuela y el otro por el campo donde estaba la pista de aterrizaje. Los soldados bajaron desde las lomas disparando y gritando: “¡Pinches guerrilleros, no corran, párense como hombres. Hijo puta guerrillero, párense cabrón!”  La gente se asustó y empezó a correr en todas direcciones.
El comisionado militar Santos Velásquez avisó a la gente que no corriera, porque era delito, y muchos confiaron en él. Se dirigió desde la plaza central del mercado a la pista, se detuvo sobre una piedra y dirigió un saludo militar a los soldados. Dijo: “Nosotros, compañeros, hicimos reunión cada 15 días con ustedes. Yo soy comisionado”. Pero los soldados, sin darle ninguna respuesta, le dispararon al pecho y murió en el acto. Un militar que tenía radio dijo: “¿Con este payaso, uno hace reunión?”  
Un sobreviviente recuerda: “Yo estaba caminando hacia el mercado con mi mamá y mi sobrino … [cuando] topamos con una señora quien nos informó que el Ejército estaba matando a la gente. Mi mamá me explicó que ‘no debemos tener miedo, porque trajimos nuestros papeles’. Con estas últimas palabras, mi mamá fue baleada en la espalda y se murió”.
La gente se dispersó para huir. Algunos trataron de salir por la pista o subir la loma, pero los soldados les dispararon indiscriminadamente. La mayoría de los que lograron escapar huyeron por la parte sur y oeste del centro, antes que llegara la segunda patrulla de soldados. Un señor que trató de entrar en una tienda no pudo porque ya estaba llena de gente y decidió huir en su caballo. El caballo fue herido por las balas y cayó, pero su dueño logró escapar corriendo. Las personas que corrían a refugiarse en la clínica que quedaba más alta que el centro fueron asesinadas por los militares que les disparaban desde abajo, mientras otro grupo de soldados ya había llegado a la parte superior de la loma. “Me di cuenta que en el lugar en donde caían las personas se veía una gran humazón, por lo que considero que era en donde pegaban las balas, y por la cantidad de ellas que fueron disparadas”.
Un número significativo de vecinos se refugió en el centro. Las tropas rodearon la capilla evangélica, las tiendas del mercado, la tienda de la cooperativa y sus bodegas, la clínica de salud y la casa social. Dispararon contra la gente enfrente de la letrina del centro de capacitación. Muchas personas murieron cerca de las aulas de la escuela.
La capilla evangélica estaba llena de feligreses. Lloraban pero no podían salir porque los soldados habían bloqueado la puerta. “Un grupo de personas del Ejército se encontraba rodeando el templo evangélico y los que querían escapar los mataban y muertos los tiraban adentro del mencionado templo”. El hermano predicador dijo: “Seguimos a Cristo, hermanos, vamos con él, vamos a ir donde vive el Cristo”.
Alrededor de 70 personas estaban en una celebración en la casa social, que servía como templo católico mientras se terminaba de construir otra iglesia. Ellos no corrieron porque los catequistas dijeron a los fieles que no debían asustarse, que “no va a pasar nada… La persona que dirigía la celebración les invitó a arrodillarse y orar a Dios. Levantando sus manos, decían: “¡Vamos ir a Dios. Ya viene Satanás. Aleluya hermanos, vamos a vivir con Él!”  Gritaron cuando ya no podían salir porque estaban rodeados, y las mujeres y los niños empezaron a llorar. Cuando los soldados entraron en la casa social, los carismáticos dijeron: “No estamos haciendo nada, estamos orando a Dios. Queremos ir a donde vive Dios, que está preparando nuestro lugar”.
Los soldados rieron y respondieron disparando. Todos los que estaban en la casa social murieron.
Después concentraron en el centro de la comunidad a todos los prisioneros y un oficial dijo: “Hay que repartir a la gente, aparte las mujeres, aparte los hombres”. “Seleccionaron a los ancianos, a quienes les dieron muerte en el mismo lugar y llevándose a las mujeres en donde las tuvieron en la escuela … dejando sólo a los jóvenes, hombres y niños a los que los obligaron a trabajar limpiando la pista”. Los soldados obligaron a cavar algunas zanjas cerca de la tienda de la cooperativa a un grupo de unos 30 hombres, donde después lanzarían a los muertos, y les ordenaron que recogiesen palos, para ponerlos alrededor de la tienda de la cooperativa y la clínica para quemar los cadáveres.
Formaron dos grupos con las mujeres: uno de ellos, compuesto por las madres y sus hijos, fue encerrado en la escuela. “Las iban a usar en la noche”. Al otro grupo, de 12 mujeres, lo dividieron en seis pares. Cada par tenía que quedarse con cinco soldados en cada uno de los seis puestos de vigilancia que había en los caminos de acceso al centro de Cuarto Pueblo.
Los soldados también llevaron otros dos grupos de personas: uno al bordo cercano a la casa social, y otro a donde se encontraban la secadora y la escuela; dispararon contra el primero. Un soldado dijo: “Vamos a matarlos, acabar, no podemos dejar a un guerrillero, si no va a chingar a nosotros más después”, y otro llamó por la radio diciendo: “Queremos bastante gasolina para quemar la guerrilla. Ya logramos la guerrilla. La guerrilla se quedó. En esta zona ya no va haber nada”. Le contestaron: “El señor comandante va a mandar gasolina, al ratito llega”, y en la tarde aterrizó un helicóptero en la loma transportando el combustible. Los soldados atraparon a algunos jóvenes, y los condujeron al destacamento de Playa Grande, donde los sometieron a tortura. Además, se apoderaron de toda la mercancía de las tiendas, incluso se llevaron las tablas, y la pusieron en costales que durante los siguientes días cargaron en varios helicópteros.
A lo largo de todo el día los soldados siguieron torturando y matando a niños, mujeres y hombres. Utilizaban diferentes métodos. Primero separaron a los niños de sus madres, incluso a los que estaban mamando, y “les quebraron su cabeza”. A muchas mujeres capturadas, las violaron.  
Los pobladores heridos fueron rematados. “Déle, déle al pinche guerrillero”, decían los militares. Ninguno quedó con vida. Los soldados arrojaron los cadáveres en los hoyos, echaron leña y gasolina y les prendieron fuego, mientras que otros cuerpos eran quemados en el mismo lugar donde se encontraban.
Alrededor de las siete de la tarde ya no se escuchaban ruidos. En la noche se vieron grandes fogatas en tres lugares: cerca de la tienda, en el comedor del mercado y en la clínica. Los soldados habían colocado bastante gasolina y madera, “para que se quede bien quemado el hueso de la guerrilla. Ya toda la guerrilla se quedó aquí”, dijeron los militares. Toda la noche hubo humo y se sintió olor a carne quemada.

Lunes 15 de marzo de 1982
Al día siguiente pudo verse un gran humo negro hasta el mediodía. Los soldados seguían incendiando las casas y matando a la gente. Entre las nueve y media y las diez de la mañana los elementos de la tropa quemaron la capilla evangélica, con la gente dentro.
“Mataron a los jóvenes a punta de machete y a golpes. Sólo escuchaba los lamentos y gritos de niños a los que quemaron vivos juntamente con los jóvenes hombres”. Encerraron a la gente en la antigua cárcel y en la casa del juzgado. Los soldados continuaron el saqueo; llevaban las pertenencias de la comunidad a la pista de aterrizaje para trasladarlas en helicóptero. Después, el Ejército prendió fuego a todo el mercado.
Terminaron de matar a las mujeres embarazadas y a las ancianas: sólo sobrevivieron las jóvenes. A las diez de la mañana el oficial dijo: “Mejor repartir a las mujeres, una para cada dos soldados. Estas mujeres van a hacer la comida y las demás es para aprovechar. Quince días vamos a estar aquí y estos quince días vamos a usarlas. Y si ustedes tienen paciencia, no van a cansar”.  
“Había turnos para mantener cada mujer a cinco soldados, para usar, no para cocinar. ‘Usted quiere usar una, te vas donde están los soldados’, así decían. Después de que la usaban, regresaban a sus puestos sin tocarlas más. El teniente les dio la orden: ‘Si ya tocaste hoy, ya no vas a tocar mañana, porque no hay bastante’ dijo él”.

Martes 16 de marzo de 1982
El martes 16 permanecían aún algunas personas encerradas en la casa de los alcaldes auxiliares. A las nueve de la mañana los soldados sacaron a los hombres jóvenes, uno por uno, con las manos amarradas, y les llevaron hasta la casa que estaba a la par de la secadora de cardamomo, donde los apalearon hasta darles muerte. Muchos soldados gritaban y cantaban.
También había personas encerradas en la bodega. Los soldados les sacaron uno por uno, les llevaron a donde había una fosa y les pegaron hasta que murieron. Golpearon a los niños contra un horcón “agarrándolos de los pies, sacudiéndolos contra el horcón, golpeándoles la cabeza. A las mujeres las llevaron a cargar agua del río y después las dispersaron y las violaron”.
De nuevo llegó el helicóptero para sacar los costales de cardamomo y todo lo que había sido encontrado en la clínica y en la tienda de la cooperativa. También mataron el ganado y los guajolotes, y llevaron la carne a Playa Grande.
Al tercer día de la masacre terminaron de quemar a casi toda la gente.
“Los habían matado a todos … a las pocas horas vi la gran humazón y luego se sintió el olor a carne quemada”. Todo el cielo se cubrió de humo, “como una gran nube”.
Los soldados seguían con sus comentarios:
“Ya se fueron a México, hay que traerlos, esos pinches guerrilleros. Venimos para acabar con las cinco cooperativas de guerrilleros. Tenemos un plan, hicimos una reunión en Guatemala con todos los comandantes del país sobre las cinco cooperativas de guerrilleros. Tenemos primero que acabar con estas cooperativas de guerrilleros y con toda la frontera tenemos que acabar”.
Querían exterminar a toda la gente.

Miércoles 17 de marzo de 1982 y días siguientes
Hasta el final los soldados conservaron vivas a algunas mujeres para que cocinaran; todavía el miércoles podía verse humo salir de las casas que fueron incendiadas y aún se oían los gritos de las víctimas. Durante sus últimos días en Cuarto Pueblo, los soldados siguieron robando los productos de la comunidad y prendiendo fuego a las casas y la escuela, con la gente adentro.
La CEH logró identificar a 166 víctimas entre hombres, mujeres, niños y ancianos. Asimismo estableció que las víctimas de las tres masacres fueron en total más de 400 personas.

III. DESPUÉS DE LOS HECHOS
El Ejército abandonó Cuarto Pueblo entre el 23 y el 25 de marzo de 1982 y sólo entonces algunos moradores sobrevivientes regresaron a la comunidad para constatar lo que había sucedido. “Sólo quedaban cenizas y huesos”. “Regresé a Cuarto Pueblo y en la fosa que estaba al lado del comedor encontré el huipil de mi esposa”.
En la capilla evangélica sólo encontraron huesos, muchos cabellos largos de mujeres y aretes. Había un gran hoyo debajo de la escuela, que había sido incendiada y en el interior hallaron pedazos de ropa de mujeres y hombres, restos de huesos, collares y aretes. En la clínica aparecían huesos pequeños de niños, del mercado sólo quedaban cenizas. “Ya estaba todo quemado, donde pasa el Ejército todo está quemado”.
La noticia de la masacre se difundió con gran rapidez por todo Ixcán. A partir de este momento ya nadie dudaría de las intenciones del Ejército cuando éste se aproximara a las comunidades de Ixcán Grande. Se establecieron sistemas de vigilancia y, ante el aviso de su presencia, la población emprendería la fuga. Las muestras de confianza en el Ejército que algunos vecinos todavía sentían, por las acciones cívicas que había desarrollado y su apoyo a las cooperativas, desaparecen por completo.
Después de la masacre la gente se dispersó y poco a poco se fueron concentrando las familias: unas se refugiaron en la montaña y otras en México. 
Con el paso del tiempo los sobrevivientes de Cuarto Pueblo y de otras comunidades que también fueron destruidas por el Ejército, que se habían refugiado en las selvas más profundas de Ixcán, se fueron juntando para dar origen a las Comunidades de Población en Resistencia (CPR), en diciembre de 1983. Por su parte, el Ejército continuó patrullando por esta región, siguiendo las huellas de los pobladores.
Entre 1983 y 1986 los soldados destruyeron por sistema todos los cultivos, así como los campamentos de la gente. Muchas personas murieron por el hambre y las enfermedades. Los que no soportaron la vida en la selva huyeron a México.
Entre 1986 y 1987 el Ejército ejecutó la Ofensiva de Fin de Año. Durante seis meses varios miles de soldados patrullaron el Ixcán y hubo bombardeos contra las CPR, además de producirse importantes enfrentamientos con la guerrilla.
Diez años después, en 1996, las CPR abandonaron los terrenos de la Cooperativa Ixcán Grande para trasladarse a la finca San Isidro, en Alta Verapaz y crear la comunidad Primavera del Ixcán.
Muchos de los que se habían refugiado en México regresaron a Cuarto Pueblo entre el 1993 y el 1994, una vez que fue retirado el destacamento militar, mientras que otros decidieron no regresar, por el miedo.
El 24 de marzo de 1995 un grupo de socios, a través de la Coordinadora de Derechos Humanos del Ixcán (CORDHI), presentó una denuncia ante el Ministerio Público de Cobán por los cementerios clandestinos que existían en Cuarto Pueblo y el 5 de junio de 1995 el Equipo de Antropología Forense de Guatemala (EAFG) inició las exhumaciones. Un mes más tarde se presentó una denuncia ante MINUGUA por violaciones al debido proceso en el caso. Al año siguiente se presentó otra denuncia por igual motivo.
Durante 1996 y 1997, en cuatro ocasiones el Ministerio Público solicitó información sobre la masacre a la zona militar 22 de Playa Grande y al Ministerio de la Defensa Nacional, hasta que el 24 de junio de 1997 éste último respondió indicando que la “Zona Militar 22 Playa Grande, Ixcán, Quiché, fue fundada el 23 de marzo de 1983, según Acuerdo Gubernativo No. 167-83; lo anterior imposibilita materialmente a este Despacho para responder lo relacionado … ya que se refiere a una época en que la indicada zona militar no existía”.  
El 19 de diciembre de 1997 la CEH solicitó comentarios sobre esta masacre, entre otros casos, al ministro de la Defensa Nacional. El ministro respondió el 5 de enero de 1998, inhibiéndose de realizar comentarios sobre el hecho.
El Centro de Acción Legal para los Derechos Humanos (CALDH), que asesora a los demandantes, ha solicitado repetidas veces la creación de una fiscalía especial para exhumaciones, iniciativa que aún no se ha concretado. A pesar de los esfuerzos realizados para que el proceso avance, en la actualidad se encuentra paralizado en los tribunales.
Por su parte, la comunidad de Cuarto Pueblo está dividida. Existe un importante grupo, próximo al Ejército y liderado por la junta directiva de la cooperativa, que es de la opinión de no continuar con el proceso porque esta acción podría, a su entender, perjudicar el desarrollo de la comunidad y la aprobación de proyectos. Por otro lado, se encuentran los socios o familiares que impulsan el proceso. Debido a su postura, estos últimos han sido amenazados con la expulsión del lugar. Esto fue constatado por los investigadores de la CEH.

IV. CONCLUSIONES
Atendidos todos los antecedentes reunidos, la CEH ha llegado a la plena convicción de que alrededor de 400 pobladores inermes de Cuarto Pueblo, entre ellos numerosas mujeres y niños, fueron ejecutados por miembros del Ejército de Guatemala, violando su derecho a la vida, constituyendo ésta una de las masacres más numerosas del enfrentamiento armado interno y una de las más graves violaciones de derechos humanos.
Asimismo, la CEH llegó a la convicción de que hombres, mujeres y niños sufrieron violaciones de su derecho a la integridad física y moral y que un número alto de mujeres fueron objeto de repetidas violaciones sexuales. Todos estos actos fueron cometidos por los mismos agentes del Estado.
La CEH considera este caso ilustrativo de las tácticas desarrolladas, a comienzos de los años ochenta, por efectivos del Ejército en Ixcán. La primera masacre del 30 de abril de 1981 es un ejemplo de represión selectiva contra líderes comunitarios, mientras que los hechos ocurridos a partir del 14 de marzo de 1982 muestran la aplicación de la denominada “política de tierra arrasada”, concebida para el aniquilamiento de la población a la que consideraban potencial base social del movimiento guerrillero.
Del análisis de los mismos antecedentes, la CEH considera que efectivos del Ejército cometieron actos de extrema crueldad que van más allá, incluso, del objetivo criminal de eliminar, en todo o parte, a la población, tales como la comisión sistemática de violaciones sexuales de mujeres, la eliminación sistemática de niños, la destrucción total de la aldea y el intento de hacer desaparecer, a través de la quema de los cadáveres, cualquier evidencia de los hechos.
El desplazamiento provocado por la masacre y la constante persecución a que se vieron sometidas las personas que no huyeron a México, agregó más penalidades a las personas que sobrevivieron.
Finalmente, el caso es ilustrativo de las carencias de la administración de justicia así como las dificultades que ésta encuentra para lograr el castigo de los responsables, en particular por la negativa del Ejército de brindar información sobre los hechos.

LISTADO DE LAS VÍCTIMAS

Ejecución arbitraria
Adelso Diaz Méndez
Adolfo Luz
Alberto Alvarado
Alberto Pérez
Alonso Ramírez Vargas
Alonso Ramírez
Ana Francisco
Andrés Diaz Ramírez
Andrés Domingo Pérez
Andrés Martín
Andrés Ramírez Diaz
Angel García Godínez
Angel Morales Velásquez
Angelina Ramírez Diaz
Angelina Vargas
Anita Vargas
Antonio Domingo
Antonio Francisco
Antonio Gaspar Ramon
Antonio Gómez
Antonio Jiménez Domingo
Baltazar Ramírez
Balvina Diaz Pérez
Bartolo Baltasar Diego
Bartolome Gaspar
Basilio Bravo
Benjamin Herrera
Catarina Baltasar
Catarina Mateo
Catarino López
Cecilio Domingo López
Comane Escalante Cesensa
Cristina Jacinto
Cristobal Tum
Diego Gaspar Francisco
Diego Tercero
Diego Tercero y Tercero
Diego de Diego Alvarado
Dirineo Geronimo
Dominga Antonio
Domingo Antonio
Domingo Miguel
Domingo Paiz Velásquez
Domingo Velásquez
Doroteo Jiménez
Eduardo Sub Choc
Efraín López
Elvia Gaspar
Emilio Sub Bolom
Eugenio de León López
Eulalia Baltasar
Eulalia Ramírez Vargas
Evaristo Sub Choc
Fabiana Joachim Andrés
Fabiana Vargas
Federico San
Felipe Fabian Mendoza
Felipe Sebastián Mateo
Felix Cumacxil Vargas
Francisco Baltasar Sebastián
Francisco Pérez Domingo
Francisco Vargas
Gaspar Aylom
Gaspar Cardona Camposeco
Gilberto Pérez
Gregorio Ramírez
Guadalupe López
Guillermo Diaz Domingo
Guillermo Diaz Méndez
Hugo González Tercero
Jairito Abel Figueroa Cruz
Javier Xol
Jesus Jiménez
Jesus Jiménez Pérez
Jesus Juan
José Manuel
Josefa Recinos
Juan Diaz
Juan Fabián Mendoza
Juan Hernández Monterroso
Juan Martín
Juana Calmo López
Juana Jiménez Domingo
Juana Matías García
Juana Miguel
Juana Vargas
Lorenzo Baltasar Sebastián
Lorenzo Francisco
Lorenzo Luz Ramírez
Lucia Mendoza Matías
Luis Mendoza Matías
Magdalena Domingo
Magdalena José Jiménez
Magdalena Ramírez
Magdalena Ramírez
Manuel López
Manuel Ramírez
Manuel Ramírez Vargas
Manuela Cardona
Marcelino Diego Gaspar
Marcelino Matías
Marcos Diaz
Marcos Diaz Pérez
Marcos López Balam
Margarita Diaz Domingo
Margarita Diaz Méndez
María Diaz Pérez
María Francisco
Martín Ramírez de Ramírez
Mateo Baltasar Sebastián
Mateo Juan
Mateo Tercero
Mateo Tercero y Tercero
Matilde Matías García
Merceda Gaspar
Nicolás Francisco
Nicolás Francisco Velásquez
Nicolás Juan Bartolomé
Ovidio Pérez
Pablo Cardona
Paolo Ramírez
Pascual López López
Paviana Mateo Juan
Pedro Domingo
Petrona Diaz Méndez
Petrona Domingo Méndez
Petrona Mateo Juan
Petrona Méndez Godínez
Rafael Crisanto Morales González
Ramona Silvestre Camposeco
Ramón Díaz Jiménez
Rigoberta García Calmo
XXX Ramírez González
José XXX
Rigoberto Pérez Ramos
Santiago Mendoza Matías
Santos Luis Velásquez
Sara Diego Gaspar
Sebastián Francisco
Sebastián Pablo
Sebastián Tomás Sebastián
Silveria Escalante García
XXX Marroquín Gaspar
Gémenis XXX
Hugo XXX
Eustacio XXX
Simeona Velásquez Rodríguez
Telesforo Pablo
Teresa Nicolás Miguel
Valentín Mendoza Matías
Vetilvina Figueroa Cruz
Viviana Baltasar
Viviano Casteñeda
XXX Ramírez

Desaparición forzada

Diego Marroquín

José Antonio Hernández Bravo

Ovidio Pérez Ramos



Torturas, privación de libertad
Manuel Francisco Manuel
Otras violaciones
Mapolio Palacios Cario
María Pascual
XXX Pascual
Muertos por desplazamiento forzado
Betelvina Figueroa Cruz
Juana Jiménez José
Isaías Mendoza Pérez
Vicenta Mendoza Pérez
Víctimas colectivas/desconocidas: 254

Fuente: CEH, Guatemala memoria del silencio.

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